Una Larga Noche Espacio nocturno de contrastes musicales. Aventura, laberinto, imagen onírica, bifurcación, tránsito del alma que adopta y adapta varios disfraces sonoros. Escribo desde la amistad. No puedo ser imparcial. Atraído siempre por la música, Lucio Sánchez la cultivó como juego infantil, afición de adolescencia, fuente de trabajo en su primera juventud, integrante de conjuntos y orquestas pendientes de la moda del momento, el jazz se cruzó en su camino y nada volvió a ser igual. Las preguntas: ¿Por qué es tan fascinante esta música? ¿Dónde se aprende? ¿Cómo se toca? Algunos intentos de respuesta: Orbis Tertius; el ejemplo y la guía de ciertos amigos… Humberto León, Rafael Jiménez, Rodolfo Rodriguez, Mark Gray, Spaky Koerner, Franco Bonzagni, Javier Cabrera, Taumbú, Sergio Martínez, Adolfo Álvarez, Alci Rebolledo y muchos más; los viajes a Canada, España, España Argentina, Chile y la fundación de nuevas amistades. Y también los discos fundamentales, sobre todo aquellos de la llamada “Fusión Jazz” con la inevitable caída libre en las redes de Jaco Pastorius sin olvidar (para nada) a Stanley Clarcke, Anthony Jackson y Marcus Miller: fidelidad al instrumento sobre todas las cosas. Pero sin duda la mejor respuesta surgió cuando Lucio Sánchez empezó a crear su propia música. Muchas han sido las influencias y las prácticas y aquí se entrega un proyecto que ha contado con la sobresaliente colaboración de Arodi Martínez en los saxofones, Bruno Esteban en la guitarra, Daniel Ávila y Renato Domínguez en la batería, más esos instrumentos de percusión hechos por el propio Lucio que aparecen en el tema Chocolate. Durante los últimos años, Lucio Sánchez recurre una y otra vez a la palabra concepto. Largas noches ha imaginado el encuentro de ese vertiginoso equilibrio de la improvisación colectiva que refleja y transmite un concepto musical coherente y bien estructurado, única forma de encontrar la vía libre para continuar el interminable camino. Guillermo Cuevas