Raposo: Viejo (2014) by Julián Callejo Elegir un título como Viejo tiene más intención de la que puede parecer en una primera ojeada. Sobre todo en la medida que Raposo (Fernando Epelde) aparentemente se propone recuperar rutinas que hoy son vistas como el brillo de una época pasada, confinado a la respetuosa irrelevancia de los recopilatorios y las emisoras de hilo musical (es decir, casi todas) y sobre todo, distorsionado con tres o cuatro hits que, bien escuchados, no representan apenas un tiempo en que hacer pop, molaba. Aunque los autores experimentales se descojonaran de la risa, muchas estrellas con abultadas cifras de ventas presumían de su audacia disco tras disco haciendo de ello un perfecto argumento comercial. Se les alababa una inquietud que convertía cada lanzamiento en una pequeña fiesta de sorpresas, quizás tan pasajeras como una nube de serpentinas, pero que alegraban nuestras vidas de una manera irrepetible: Sting, Peter Gabriel, Talking Heads o más adelante ***** (si nos ponemos muy petardos, hasta Mecano lo hacía). Pues esa mitología, esa reivindicación de la creatividad para todos, es lo que intenta recuperar, de manera indisimulada, Epelde con este nuevo disco (el segundo) de Raposo. Ese sobresalto, ese fulgor y esa pequeña colección de coloridas chucherías, con el sabor azucarado de los potentes espíritus de los mayores, con el mismo toque de experimento ligero que nos hace retomar una y otra vez cualquier discusión bizantina, el mismo barroquismo burbujeante y la misma alegría al quitarle el plástico a la cinta y sentarnos a descubrir qué nuevas orillas vamos a descubrir esta mañana. Así que tomen asiento y traten de recordar lo que significaba conseguir lo nuevo de Prince & the Revolution o los Radio Futura. Sin plantillas. Sin ecos de la misma voz. A lo loco.